martes, 21 de enero de 2014

Mayeli Flores Montaño. Maestría en Historia, ICSyH-BUAP

SUJETOS A LA FE
Memoria y demografía de un pueblo de Indios

Santa Inés Ahuatempan: 1803-1850


INTRODUCCIÓN:


El historiador está convencido de la capacidad que tiene para recuperar el pasado y la mejor forma de guardar constancia de él es depositarlo en una hoja de papel, como quien coloca un tesoro en un cofre o mejor aún, en una caja de seguridad, con la diferencia de que el historiador sólo utiliza el papel como un medio para no olvidar lo que sabe del pasado y más tarde lo usa como vehículo para darlo a conocer a otras personas. La construcción del relato histórico es válido, en la medida que representa y difunde una verdad o mejor dicho, una de tantas posibilidades para llegar a ella. En consecuencia, la Historia posibilita un campo de experimentación capaz de actualizar el sentido de un texto formulado en el pasado.[1] Ahora bien, ¿qué importancia tiene comprender lo acaecido en otro tiempo? Al invertir los papeles y  trasladar desde el presente inquietudes hacia el pasado, el investigador  recobra  el “sentido” que inspira a una colectividad: vivir de determinada forma y así dar respuesta al por qué el ser humano es o ha dejado de ser. Por lo tanto, la búsqueda histórica del sentido, no es más que la búsqueda de sí mismo y de su relación con el mundo que le rodea. De ahí que cada investigador elija desarrollar un tema y de acuerdo a sus intereses, se dé a la tarea de rescatar del olvido, hechos que a simple vista parecían no existir; encontrando eslabones entre el pasado y el presente.
Hablemos un poco del arte de escribir. Recuerdan el viejo refrán popular que dice: “las palabras se las lleva el viento”. Pues en efecto, los historiadores saben lo importante que es depositar los resultados de sus investigaciones en una hoja de papel. Porque de otro modo, llegará el momento en que todos olviden lo que sucedió. Cualquier persona ajena a la disciplina se sorprenderá de tal afirmación y se preguntará ¿qué hay de especial en escribir sobre una hoja en blanco? Para el historiador lo es todo, el solo hecho de utilizar la página, implica ya, la posibilidad de dar cabida a un tiempo nuevo. Que se materializa al construir frases; oraciones que dan lugar a cuartillas y más tarde a un cuerpo ordenado de ideas. En última instancia, la página en blanco se convierte en un espacio donde la ausencia y el recuerdo conviven; ambos en espera de hacer acto de presencia, develando secretos a cuanto lector les permita hablar. Es entonces, cuando las palabras se convierten en la única posibilidad de aferrarse al mundo de los vivos. Ecos distantes que reproducen una y otra vez, gritos de ayuda. La Historia se transforma así en verdades a medias, inacabadas, donde las palabras alimentan el espíritu del hombre que logra apropiarse de esporádicos reflejos de luz que de ellas emana. Las frases se convierten en bellos cantos que tarde o temprano se volverán ideologías y que para bien o para mal, darán sus frutos.[2] 
Para algunas disciplinas hacer Historia equivale a perder tiempo y dinero. Malgastado en torres de libros, tazas de café y objetos viejos.  Sin embargo, para quien ha dedicado los mejores años de su vida a esta noble empresa, sabe que el historiador emprende una carrera contra el tiempo, que no perdona, diluyendo todo   cuanto está a su paso; incluyendo la memoria de los hombres. Al no existir rastro de lo que ha padecido, emprende guerras sin fundamento causando dolor a otros. A estas acciones el historiador responde y al escribir, existe en sus manos la posibilidad de crear un espacio en el que conviven los que ya partieron, porque han muerto ­dejándonos sus anhelos y sueños­ y por el otro, los vivos, que están ansiosos de comerse a bocanadas el mundo. Dos entes, dos realidades, pero un solo objetivo: encontrar el equilibrio en nuestra forma de vivir.





[1] Cuando hago alusión a esto, no me refiero al formato en el que encontramos dicho pasado, es decir, el documento- sino al poder que el historiador tiene para hacer del pasado un tema de interés. Véase, Michel de Certeau, Capítulo III. “La inversión de lo pensable” en: La Escritura de la Historia. Dicha lectura sirvió como punto de partida para desarrollar éste apartado. Si el lector se siente atraído por el tema y decide consultar alguna de las numerosas traducciones que existen del texto original, se percatará que el tema central está enfocado en la historia religiosa del siglo XVII. Subrayo esto para evitar que  el lector se sienta engañado, pues la obra está compuesta de tal forma que hay un discurso evidente y otro oculto -que hay que descubrir-. Esta última parte, a mi parecer, es la más importante, porque aborda las tres cualidades del historiador: la investigación, el proceso de interpretación y finalmente, la escritura.
[2] Es una forma alegórica de decir que el trabajo del historiador nunca termina, porque lo que se escribe en otro tiempo, servirá a  nuevos investigadores en sus pesquisas. Además, cuando escribimos, desconocemos el impacto que nuestras palabras producen en las personas. Lo cierto es que al redactar, damos cabida a cosas que habían estado en el olvido. Corcuera de Mancera, Sonia, Voces y silencios en la Historia. Siglos XIX y XX, FCE, México, 3era. Impresión, México, 2005.

Terelid Flores Flores, Maestría en Historia, ICSyH-BUAP

LA CIUDAD DE PUEBLA EN LOS AÑOS TREINTAS DEL SIGLO XX.
INICIO DE UNA EXPANSIÓN URBANA


INTRODUCCIÓN: 

A través de más de cuatro siglos de historia, sabemos que la ciudad de Puebla desde su fundación en el siglo XVI y a lo largo del siglo XVII se convirtió un verdadero emporio que trascendió las fronteras regionales hasta convertirse en la segunda ciudad en importancia de la Nueva España. Situada en el camino que va del puerto de Veracruz a la gran ciudad de México, vio florecer su economía y su engrandecimiento quedó plasmado en su planta arquitectónica y en una casi perfecta conformación espacial. Durante los primeros siglos del mundo colonial se convirtió en fuente principal de atracción para la población migrante de España y el crecimiento de su población fue un símbolo clave de su prosperidad.
En el siglo XVIII se hicieron evidentes los primeros signos del estancamiento urbano: pérdida del dinamismo de la economía regional y reducción de los mercados para los productos poblanos, inicio de un largo proceso de contracción demográfica, nula expansión física de la mancha urbana, aparición de agudas pandemias y epidemias que mermaron la población urbana. Estos fueron algunos de los elementos que a partir de la década de 1750 y hasta mediados del siglo XIX marcaron la historia de la ciudad de Puebla de los Ángeles.
La ciudad vivió la transición del virreinato al México independiente en medio de un proceso generalizado de estancamiento urbano. La lucha independiente, las décadas de la confrontación interna y los intentos imperiales, lejos de atenuar las dificultades sociales y económicas de la época, hicieron del estancamiento un fenómeno secular: retroceso productivo, grandes epidemias, despoblamiento y destrucción del paisaje urbano que caracterizaron a la Puebla de mediados del siglo XIX. Así mismo, la población de la ciudad se vio sometida a una profunda contracción llegando a su punto más bajo hacia 1830 cuando el nivel de la población fue menor a la registrada a mediados de 1750.


Rafael Alarcón Medina. Doctorado en Sociología, ICSyH-BUAP

Ciber-Subalternidades
Horizonte tecnológico y digitalización subordinada en el
Tercer Mundo

Introducción

En el mundo contemporáneo, las redes de comunicación digital invaden cada intersticio de nuestra vida cotidiana. Los medios digitales reorganizan los modos en que los sujetos se relacionan consigo mismos y con los otros, produciendo de esta manera la realidad concreta. Desde las estructuras globales de la economía financiarizada del capitalismo espectral al interior de las cuales circula la más extrema manifestación de la forma fantasmagórica del valor capitalista, hasta las formas más triviales de pasar el tiempo haciendo uso de las computadoras, el Internet, o los distintos tipos de dispositivos electrónicos que inundan la experiencia diaria de las personas.

Esta ciber-praxis articulada en torno a la producción histórica de la realidad al interior de este emergente orden tecno-semiótico del capitalismo, se ha convertido en una práctica que pareciera carecer de un eje subjetivo a partir del cual problematizarla políticamente. De tal manera que la realidad de las tecnologías digitales de comunicación e información se vuelven un entorno naturalizado desde el cual se proyectan nuevos modelos de sociedad definidos a partir de dicha normalización. Es así como categorías como las de Sociedad Red, Sociedad de la Información, del Conocimiento, etc. surgen como pretensiones sintéticas de la conflictividad, el antagonismo y la contradicción inherentes al capitalismo como forma social de dominio.

Karol Méndez Polanco, Maestría en Historia, ICSyH-BUAP

Los jóvenes católicos en Puebla, 1950-1970.



INTRODUCCIÓN:

Los jóvenes católicos en Puebla 1950-1970, ¿historia de la Iglesia en México o historia de la juventud?, ¿por qué no ambas?, ¿qué retos metodológicos y conceptuales implicaría abordarlas? Desde el principio de la investigación se tuvo clara conciencia de estar frente a un tema que posibilita moverse en ambas especializaciones, es más, se fortalece si abreva de la particularidad de los trabajos entre la Iglesia-sociedad y de las propuestas conceptuales de los estudios juveniles. A simple vista, rastrear las actividades de los miembros de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), un grupo de apostolado laico, se inscribe en el rubro de los estudios sobre la Iglesia católica, pero como casi siempre ocurre, el trabajo del historiador guarda sorpresas, al revelarse los actores y al acumularse las lecturas teóricas, la perspectiva de estar trabajando sobre jóvenes se explicitó y aportó conceptos metodológicos básicos.
A lo largo de las siguientes páginas el lector descubre la contribución de los seglares al fortalecimiento de la Iglesia católica en México de los años cincuenta y sesenta, al tiempo que transita por las voces de la juventud, es decir, se pensó en los jóvenes católicos no únicamente como fieles organizados y comprometidos con el proyecto de la jerarquía eclesiástica, sino también - y como bien lo indica Maritza Urteaga - desde la construcción juvenil de la cultura.
La presente investigación recorre el interés papal por alentar y apoyar la Acción Católica (AC) alrededor del mundo; la utilización propia de los jerarcas locales por impulsarla en sus territorios sirviéndose de ella al formar grupos juveniles en su seno. No se dejan de lado a los protagonistas, sus experiencias y aprendizajes, sus comportamientos y valores. Y aunque se retoman las interpretaciones políticas, según las cuales, las juventudes católicas insertas en el modelo de la Acción Católica forman parte de la estrategia vaticana para recristianizar la sociedad y revertir el proceso de pérdida de centralidad que la Iglesia había sufrido bajo la modernidad o se asevera que las juventudes, así conformadas, cristalizaron en poder político y en instrumento para establecer una nueva correlación entre la Iglesia y el mundo; tampoco se desechan otras miradas que permiten sobrepasar esta primera interpretación únicamente política, ensanchando lo que pudiera parecer una visión parcial o una incomprensión de la complejidad de la acción eclesial.


Roberto Gómez Solana, Maestría en Ciencias del Lenguaje, ICSyH-BUAP


Redención y enmienda en la pluridiscursividad 
palafoxiana


INTRODUCCIÓN:

       

La producción de discursos es tan vasta y responde a motivaciones tan particulares e infinitas, que es preciso encontrar las pautas que coadyuven a tener un acercamiento satisfactorio a los fenómenos que se desprenden de ellas, tanto en su nivel descriptivo como en el nivel analítico. La complejidad que ya he introducido mediante la utilización de adjetivos como “infinito” y “particular”, obliga a todo investigador a implementar metodologías bien cimentadas, pero sobre todo a lanzar propuestas de análisis que se adecuen a los retos epistemológicos propios de las ciencias del lenguaje. Carece de pertinencia, desde mi punto de vista, servirse de “plantillas” que en un momento dado y para fines específicos han demostrado eficacia para hacer las veces de molde y pretender que un objeto de estudio cobre sus dimensiones y se ajuste a sus límites; por el contrario, considero que el manejo de teorías y metodologías debe ser el medio para llegar a un fin: una propuesta robusta y nutrida desde el punto de vista teórico, pero ciertamente inédita. Bajo esta óptica he llevado a cabo el trabajo que aquí presento, cuyo objetivo principal es contribuir con una visión muy propia sobre el tratado de una modalidad de género discursivo, más concretamente aquél que se vale de la narrativa, y del cual pueden partir observaciones pertinentes a otro tipo de discursos. 

Encauzo y contextualizo mi tema de estudio dentro del pensamiento secularizador de la Iglesia a mediados del siglo XVII, materializado en la obra de Don Juan de Palafox y Mendoza. Se trata de un ejercicio interdisciplinario, en donde la narratología(1) se entrelaza de manera directa con el discurso histórico. Es nuestra labor, entonces, hacer énfasis en el perfeccionamiento de la herramienta que permite el acercamiento con la Historia: el relato.


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 1 Se asumen las nociones estructuralistas de “narratología”.