viernes, 10 de agosto de 2012

Bernardo García Díaz, Doctorado en Historia, ICSyH - BUAP

los obreros textiles de santa rosa
y la revolución



“introducción”

A partir de los inicios de la industrialización en el país, en los años cuarenta del siglo XIX, los trabajadores textiles fueron sin duda el grupo más numeroso del naciente proletariado fabril. Durante el periodo del Porfiriato, gracias a la expansión y modernización que experimentó la industria del algodón, acrecentaron la relevancia de su contingente. Ciertamente eran una exigua minoría en un país prevalentemente agrario y plagado de talleres artesanales. Aun así, dado que sus grupos más compactos y significativos se concentraban en la zona centro-oriental del país, muy cercana y bien comunicada con la ciudad de México el centro nervioso más sensible de la política nacional, su presencia y sus movilizaciones adquirieron una mayor resonancia de la que pudiera esperarse de su escaso peso numérico. Además por la fuerza económica que poseían las grandes sociedades anónimas, que estaba detrás de las factorías más importantes, la importancia del negocio del algodón y las disonancias de sus trabajadores nunca fueron aspectos y episodios menores en el acontecer de esa época.
Uno de los sectores de la nueva industria textil, que destacaría en el mundo fabril del Porfiriato, fue el representado por las grandes y medianas fábricas establecidas en el estrecho y lluvioso valle de Orizaba, ubicado al pie de las montañas de la Sierra Madre Oriental, en el estado de Veracruz. En esta región ocurrió uno de los procesos más concentrados y destilados del desarrollo industrial. Fue en el último cuarto del siglo xix cuando se combinaron un conjunto de condiciones para que las fuerzas productivas industriales alcanzaran ahí un impresionante florecimiento. Aprovechando lo mismo el Ferrocarril Mexicano, que atravesaba el valle desde 1873, que la abundancia de corrientes de agua para generar energía, un grupo de comerciantes-financieros franceses, establecieron dos grandes sociedades anónimas. Como fruto de ello nacerían la fábrica Santa Rosa (1898) y la Río Blanco (1892) imponentes por su dimensión e integración técnica. Aún trasplantadas en Estados Unidos, por estos años, habrían sido de las grandes y tecnológicamente de las más nuevas y modernas. La segunda de estas factorías además integraría a su proceso y renovaría las fábricas de San Lorenzo, Cerritos y la Cocolapan. Las fábricas de Orizaba cobraron fama de ser en su conjunto las más modernas de México al iniciarse el siglo XX. Se merecían esta reputación y la mantuvieron por un buen tiempo. Incluso después de que se abrió Metepec, otro gigante textil, y el valle de Atlixco experimentó una expansión notable de sus plantas, Orizaba continuaría considerándose el principal centro textil regional. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario